Este domingo me propusieron Carolina y Germán, una
pareja colombiana que he conocido aquí, irnos de ruta senderista por los
alrededores de Hobart. Me sugirieron hacer la ruta PIPELINES TRACK, que
discurre al lado de la tubería de agua que surte a una parte de la ciudad, y
que llega hasta las faltas del Monte Wellington.
En total son unos 18 km y yo les dije que la haría
corriendo, y ellos me acompañarían en bicicleta. Quedamos a las 9.30 en Sandy
Bay para salir directamente desde allí, pero Germán no puede venir y nos vamos
Carolina y yo. Después de callejear unos 20 minutos, salimos de la ciudad, y
nos dirigimos hacia el parque Waterfronts, una zona de merendero muy conocida
en la ciudad con barbacoas, bancos y casas de madera orientadas hacia las
charcas artificiales que han creado para almacenar el agua recogida de la
montaña.
Cogimos un desvío por una pista de tierra que asciende
durante varios kilómetros hasta llegar a Fern Tree, punto de encuentro de muchos
ciclistas y senderistas, incluso también encontramos mucha gente corriendo,
para realizar la ruta “Pipelines Track”, es llana y se interna dentro del
bosque con eucaliptos y matorrales, también hay varias zonas de selva, con
helechos gigantes, lianas y muchos líquenes. Sigo corriendo y de vez en cuando
esperando a Carolina para no perderla, nos cruzamos con mucha gente, sobre todo
familias con niños y en varios puntos del recorrido podemos admirar las vistas
hacia la ciudad de
Hobart desde las faldas de la montaña. También sorprenden la
cantidad de casas de campo que tiene la gente por aquí y su estado de
conservación a pesar de ser utilizadas sólo durante el verano.
Las vistas son espectaculares, con muchos pájaros
graznando, y es posible ver loros multicolores que viven por aquí. Además,
cogemos un desvío y llegamos hasta las cataratas Silver (“Silver Falls”), de un
par de metros de altura pero que siempre sorprende por la cantidad de agua que
cae. Todo el camino está perfectamente señalizado y han intentado que se
integre con el paisaje, los puentes, pasarelas y postes que indican la
dirección a seguir. Me recuerda a algunos recorridos que hicimos en Nueva
Zelanda.
Continuamos la ruta y nos encontramos con un grupo de
chiquillos en bicicletas que suben por otro camino hasta llegar a nuestro
encuentro. Están resoplando del esfuerzo, pero con cara de contentos. Me sigue
sorprendiendo la cultura del deporte que existe en Tasmania y cómo los padres
les animan a llegar montados en la bicicleta hasta el cruce. Uno de los niños
está acatarrado y se suena la nariz con un pañuelo de papel, pero se le cae al
suelo sin darse cuenta cuando iba a meterlo en el bolsillo. Su madre le echa
una bronca por esta acción, que me deja sin palabras. El resto de niños se
burla de él y lo llama “hediondo”; el niño vuelve hacia atrás avergonzado ,
recoge el papel y pide disculpas.
No me extraña que durante todo el recorrido
de esta ruta, que está al lado de la ciudad y vienen cientos de personas todos
los fines de semana, no nos hayamos encontrado tirado ningún desperdicio.
Imagínense ustedes que subiéramos a la Mesa Mota o bien a la Caldera de Bandama
y no nos encontráramos ningún resto de los que han pasado por ahí antes que
nosotros.
Después de sacar varias fotos de la ciudad, nos damos
cuenta de que al estar en una zona de montaña, las diferencias de temperatura
entre la sombra y el sol, son bastante grandes y además el día se está
volviendo muy ventoso. Nos damos la vuelta cuando vemos la hora porque hemos
quedado con Germán y todavía queda una tirada hasta llegar a la ciudad.
El descenso es tranquilo, con pendientes suaves menos en un par de sitios donde hay que echar el freno de mano!
Échenle un vistazo a las fotos, porque describen mucho mejor los paisajes y el entorno de este sitio. Merece la pena repetirlo!!
Abrazo tasmano!!
Rodri7k
Rodri, qué lejos estás
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