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viernes, 21 de septiembre de 2012

PIPELINES TRACK (HOBART, TASMANIA, AUSTRALIA)


Este domingo me propusieron Carolina y Germán, una pareja colombiana que he conocido aquí, irnos de ruta senderista por los alrededores de Hobart. Me sugirieron hacer la ruta PIPELINES TRACK, que discurre al lado de la tubería de agua que surte a una parte de la ciudad, y que llega hasta las faltas del Monte Wellington.

En total son unos 18 km y yo les dije que la haría corriendo, y ellos me acompañarían en bicicleta. Quedamos a las 9.30 en Sandy Bay para salir directamente desde allí, pero Germán no puede venir y nos vamos Carolina y yo. Después de callejear unos 20 minutos, salimos de la ciudad, y nos dirigimos hacia el parque Waterfronts, una zona de merendero muy conocida en la ciudad con barbacoas, bancos y casas de madera orientadas hacia las charcas artificiales que han creado para almacenar el agua recogida de la montaña.

Cogimos un desvío por una pista de tierra que asciende durante varios kilómetros hasta llegar a Fern Tree, punto de encuentro de muchos ciclistas y senderistas, incluso también encontramos mucha gente corriendo, para realizar la ruta “Pipelines Track”, es llana y se interna dentro del bosque con eucaliptos y matorrales, también hay varias zonas de selva, con helechos gigantes, lianas y muchos líquenes. Sigo corriendo y de vez en cuando esperando a Carolina para no perderla, nos cruzamos con mucha gente, sobre todo familias con niños y en varios puntos del recorrido podemos admirar las vistas hacia la ciudad de 



Hobart desde las faldas de la montaña. También sorprenden la cantidad de casas de campo que tiene la gente por aquí y su estado de conservación a pesar de ser utilizadas sólo durante el verano.

Las vistas son espectaculares, con muchos pájaros graznando, y es posible ver loros multicolores que viven por aquí. Además, cogemos un desvío y llegamos hasta las cataratas Silver (“Silver Falls”), de un par de metros de altura pero que siempre sorprende por la cantidad de agua que cae. Todo el camino está perfectamente señalizado y han intentado que se integre con el paisaje, los puentes, pasarelas y postes que indican la dirección a seguir. Me recuerda a algunos recorridos que hicimos en Nueva Zelanda.

Continuamos la ruta y nos encontramos con un grupo de chiquillos en bicicletas que suben por otro camino hasta llegar a nuestro encuentro. Están resoplando del esfuerzo, pero con cara de contentos. Me sigue sorprendiendo la cultura del deporte que existe en Tasmania y cómo los padres les animan a llegar montados en la bicicleta hasta el cruce. Uno de los niños está acatarrado y se suena la nariz con un pañuelo de papel, pero se le cae al suelo sin darse cuenta cuando iba a meterlo en el bolsillo. Su madre le echa una bronca por esta acción, que me deja sin palabras. El resto de niños se burla de él y lo llama “hediondo”; el niño vuelve hacia atrás avergonzado , recoge el papel y pide disculpas. 

No me extraña que durante todo el recorrido de esta ruta, que está al lado de la ciudad y vienen cientos de personas todos los fines de semana, no nos hayamos encontrado tirado ningún desperdicio. Imagínense ustedes que subiéramos a la Mesa Mota o bien a la Caldera de Bandama y no nos encontráramos ningún resto de los que han pasado por ahí antes que nosotros.

Después de sacar varias fotos de la ciudad, nos damos cuenta de que al estar en una zona de montaña, las diferencias de temperatura entre la sombra y el sol, son bastante grandes y además el día se está volviendo muy ventoso. Nos damos la vuelta cuando vemos la hora porque hemos quedado con Germán y todavía queda una tirada hasta llegar a la ciudad.

El descenso es tranquilo, con pendientes suaves menos en un par de sitios donde hay que echar el freno de mano!
Échenle un vistazo a las fotos, porque describen mucho mejor los paisajes y el entorno de este sitio. Merece la pena repetirlo!!

Abrazo tasmano!!
Rodri7k




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